viernes, 7 de enero de 2011

Junto al Fuego


Desde pequeña siempre fui a la casa de mi bisabuela, me encantaba sentarme a su lado, cerca de la estufa y escuchar las historias del pasado, que me transportaban a un mundo casi de cuentos, con grandes travesías de diversos personajes, historias de animales con gran inteligencia, etc. Todas si, estrechamente relacionados con Nacimiento, ya que de 1912 estuvo en este pueblo, lo digo así, porque falleció en enero del 2007, su nombre era Violeta Blanca Benavente Benavente.

No sé bien con certeza el año, si sé que alrededor de los años 60 ella fue regidora, mi papá me explica que era una especie de concejal de ahora y que fue una de las pocas mujeres que en esos años tenía cargos políticos, además que cuando ella ocupó ese cargo nacimiento era sede de una gobernación, y que había casi todas las oficinas de la repartición pública.

Una de las historias que más me gustaba escuchar, es la que ahora les contaré, es sobre nuestro Recinto, el imponente fuerte histórico, que veló los sueños de los primeros Nacimentanos.

Una vez de paseo en el fuerte cuando estaba sin remodelar y continuaban ahí las escaleras, les pregunté a mis hermanos ¿qué eran unas extrañas puertas que se veían? Me acerqué con gran curiosidad tratando de husmear hacia adentro, pero no pude ver nada, estos me dijeron que eran las entradas a unos túneles, ¿túneles? le pregunte yo, -con gran asombro- si me contestaron, apenas llegué a la casa, fui a preguntarle a mi bisabuela, ésta me dijo que el fuerte de Nacimiento era uno de los más importantes que hicieron los españoles, era el puesto de almacenamiento de cosas de guerra y un paso seguro de comercio, tanto de las colonias españolas como de éstas con los mapuches, y que todo gran fuerte como este tenía túneles, yo le pregunté entonces por las escaleras y la actual entrada, ella se sonrió, me miró con unos ojos de amabilidad, contestándome que calle Lastra era un foso por donde actualmente se entra y que la escalera la donó un vecino de Nacimiento, mucho después de la construcción del fuerte.

Yo creo que a ella le gustaba conversar conmigo, ya que, a los abuelitos por lo general se sienten un poco inútiles, al pasar los años y recordar todas esas cosas los llena de ánimo, sin embargo, la mayoría de la gente que los rodean han escuchado sus historias aburriéndolos, en cambio yo las escuchaba una y otra vez para que no se me escapara ningún detalle.

Le pregunté por los túneles, porque me era difícil imaginar que debajo del fuerte estuvieran estos, ella me respondió que si existían, - yo sentí una emoción muy grande- le pregunte si ella había entrado, me contó que cuando ella fue regidora, vinieron enviados especiales del gobierno de España a Nacimiento, con trajes especiales quienes entraron a los túneles. Yo le pregunté ¿por qué con trajes especiales?, ella me respondió que habían gases o falta de oxigeno, y que habían encontrado espadas, armaduras, ollas de acero, pero que lo único que habían dejado fueron las ollas, mientras que todo lo otro se los habían llevado a España.

Las ollas, que eran usadas para lanzar líquido hirviendo por las murallas, en contra de quien se atreviese a intentar escalar el fuerte. En el tiempo que me lo contó las ollas estaban en el fuerte, ahora creo haber visto una en la municipalidad y las otras ignoro su paradero.

Le pregunté que para que usaran los túneles y hasta donde llegaban, (cada vez se volvía más interesante la conversación) me dijo que eran dos túneles y los usaban en caso de un asedio muy prolongado al fuerte, como vía de escape de emergencia, me imagino que como almacenamiento de armas y el polvorín, estos se extendían del fuerte hasta el sector las minas, y el otro se extendía del fuerte hasta la iglesia de los franciscanos camino al cristo, la verdad que no sé que iglesia, conozco una sola y no es franciscana.

Inmediatamente y sin pausa le pregunté que es franciscano ¿había una iglesia ? y ella me responde que si, además había un convento franciscano, y sin darme cuenta la conversación se desviaba, pero estaba tan introducida en la historia que cada palabra me la imaginaba en mi cabeza, me decía que los franciscanos eran unos sacerdotes que usaban unas túnicas café con capucha, además de ser muy humildes, con votos de pobreza, ni siquiera usaban calzado, uno de los que más conoció –eso creo- porque me habló más de una vez de él, era un fray llamado Andresito.

Fray Andresito era santo me decía ella, que estaba en constante oración y que parecía flotar, los pies no le tocaban el suelo, era impresionante verlo a los ojos, muchas veces no se daban ni cuenta cuando aparecía al lado de ellos o cuando se iba.

Estos se fueron después del terremoto del 60 cuando el convento se derrumbó.

En eso estábamos cuando mi abuela nos llamo a la mesa a tomar once. Me alegra hablar de mi bisabuela, ya que, muchas de las cosas que sé de mi pueblo, las supe directamente de ella, como que antiguamente se premiaba el jardín más bonito, donde un año, el de la casa, ganó el primer premio, contándolo con mucho orgullo.

Karla Gallegos

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